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domingo, 27 de octubre de 2024

DESDE EL AJUSCO HASTA EL ORIENTE DE MILPA ALTA

-La llegada del agua de Monte Alegre-

Por: Raymundo Flores Melo

 

Durante el gobierno del presidente Abelardo Luján Rodríguez, el 27 de noviembre de 1934 se inauguran los acueductos de Monte Alegre, por parte del entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, Aarón Sáenz Garza. Para esa fecha, el general Lázaro Cárdenas del Río era el presidente electo de México.

 

El origen de este episodio se encuentra un año antes, para ser más exactos, el 27 de mayo de 1933, cuando un habitante de Milpa Alta, le pide agua, al gobernante del D.F. La fotografía es elocuente, nos presenta al regente junto a un anciano con pelo y barba blanca, vestido con camisa y calzón de manta. El viejo, va a solicitar “agua. no para ellos, los ancianos que estaban cerca del sepulcro, sino para sus generaciones futuras[1].

 

La obra emprendida debe entenderse como un proyecto que planteaba abastecer de agua a una gran parte de los pueblos y colonias de la capital del país, y subsanar uno de los problemas de la cada vez más grande ciudad de México.

 

Los pueblos milpaltenses beneficiados fueron los doce que integran la actual alcaldía, quienes desde la época virreinal fueron abastecidos por una cañería que bajaba desde el volcán Tulmiac hasta el centro de la Asunción-Milpa Alta.

 

El problema del desabasto de nuestros pueblos data desde su fundación por parte de los franciscanos. De ello dan fe los títulos primordiales de Milpa Alta, donde los frailes y la virgen de la Asunción toman un papel importante, pues la búsqueda del agua proporciona el contexto a partir del cual se plantea la fundación de varios asentamientos que, al pasar del tiempo, darán origen a nuestras comunidades y barrios.

 

Según los títulos primordiales, la carencia de agua tenía preocupados a los franciscanos que habían llegado a evangelizar la región, así que se dieron a la tarea de buscarla. Las primeras veces fue de manera infructuosa, hasta que Miguel Telles, natural de Tláhuac, les dijo que él la encontraría.

 

Volvieron a recorrer todos los cerros hasta llegar al Tulmiac. En ese lugar Miguel llamó al cerro y apareció una mujer muy linda a quien invitó a pasear a La Milpa, ella le contestó que si vendría y llamó a sus hermanos: el totoatl y el teguanatl. Después ordenó la construcción de un jagüey y que se dijera una misa. Así se hizo. Al otro día manaba agua por tres diferentes lugares. Al paraje se le denominó San Juan Tulmiac.

 

De igual manera la señora linda mandó buscar un lugar con siete cuevas para construir su iglesia y después desapareció. El templo fue construido en el paraje denominado Chicomoztoc que se encuentra en la actual Villa Milpa Alta[2].

 

Los naturales de la Milpa, junto con otros pueblos vecinos, empezaron la construcción de un caño que por largo tiempo surtió de agua a la Asunción Milpa Alta. Esta cañería llegaba a una fuentecita que estaba en el centro del pueblo, misma que podemos admirar en el mapa de 1690 de la propiedad comunal.

 

Sobre la construcción de este pequeño acueducto existe un documento en el AGN donde, en el año de 1594, el virrey  Don Luis de Velasco II, responde “a una petición de los indios del pueblo de Asunción Amilpa, en el distrito de Xochimilco[3], para poder destinar dos reales por cada tributario para los materiales de la construcción de la cañería.

 

En dicho documento se les concede el uso de real y medio para las obras y el otro medio real para el sustento de los religiosos franciscanos, así como la dispensa del trabajo personal en lo que duraban los trabajos[4].

 

Al pasar el tiempo, esta fuente de abastecimiento resultó insuficiente y también fue origen de desavenencias entre algunos de los pueblos, principalmente San Pablo Oztotepec y San Salvador Cuauhtenco, quienes destruían el canal[5] o envenenaban el agua para perjuicio de unos y otros.

 

1886 se efectuó una reconstrucción con dinero y trabajo de los  habitantes de la zona, cuando era presidente municipal Miguel Padilla. En este renglón, cabe mencionar que el trabajo que realizaron “doscientas mujeres e igual numero de hombres”, fue encabezado por el párroco  Rosendo Pérez[6]. Es decir, había colaboración entre las autoridades religiosas y civiles.

 

La última reparación del citado acueducto se realizó en 1907, bajo el porfiriato, cuando se pusieron, en algunos tramos, tubería de cemento[7], pero la cantidad de agua por poblador siguió siendo la misma, es decir insuficiente.

 

Es hasta después de terminada la revolución mexicana, cuando las autoridades emanadas de dicho movimiento armado buscaron que la justicia social llegara a esta zona sur del entonces Distrito Federal, iniciaron los trabajos para buscar otro lugar de abastecimiento, la cual se encontró  en Tlalpan, en el sitio llamado Monte Alegre.  Después de realizar los estudios pertinentes empezaron la construcción.

 

Un habitante de Oztotepec, así narra la labor en torno a la llegada del agua:

 

“Y óiganlo bien camaradas

lo que les voy yo a contar

para que el agua llegara

a Milpa Alta en general

 

Y en ese cerro más alto

que en Monte Alegre se ve

dicen que allí está el encanto

la mayor parte lo cree

 

Ya empezaron  a echar trazo

y atravesando los cerro

demostrando su trabajo

toditos los ingenieros

 

Y los pueblo con fatiga

trabajaron día con día

por las pesadas subidas

tendieron la tubería

 

Por las partes tan quebradas

no podían entrar camiones

cargando con las espaldas

así la subían los peones

 

Los peones y barreteros

empezaron a escarbar

y en seguida los tuberos

luego, luego a conectar…”[8]

 

Así, hasta que el ya mencionado 27 de noviembre de 1934 se realizó el “Festejo” por la llegada del agua en tres pueblos de la delegación: San Antonio Tecómitl, San Pedro Atocpan y Milpa Alta, donde se develaron placas y un monumento[9] que dieron constancia del suceso. En dicho evento participaron el profesor Fidencio Villanueva Rojas y el entonces delegado Francisco del Olmo como oradores principales, personajes que trabajaron por la educación y el desarrollo de Milpa Alta y sus pueblos.

 

 

Octubre de 2024.



[1] DDF-Dirección de Aguas y Saneamiento. Acueductos de Monte Alegre. México, Imprenta Mundial, 1934, p. 11

[2] FLORES MELO, Raymundo. En la Milpa Alta, historias y crónicas. México, SEDEREC, 2016, pp. 86 y 87

[3] MUSSET, Alain. El Agua en el Valle de México. Siglos XVI-XVIII. México, Pórtico de la Ciudad de México/Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1992, p.83

[4] Ibíd., p. 83

[5] DDF-Dirección de Aguas y Saneamiento. Op. cit. p. 39

[6] Ibíd., p. 39

[7] Ibíd., p. 40

[8] El autor de este corrido se hace llamar Ulicona. La versión transcrita fue recogida por el señor Pascual Gallegos Palma, cronista de San Pablo Oztotepec.

[9] El monumento a la llegada del agua se encontraba en los jardines de la explanada delegacional y fue destruido bajo la administración de Víctor Hugo Monterola Ríos. También existe un cartel donde se enumeran los eventos a realizar durante la inauguración.


sábado, 13 de abril de 2024

EL CASO DEL MAPA DE MILPA ALTA DE 1690.

Por: Raymundo Flores Melo

El señor Celestino Laguna fue uno de los comuneros que acompañó a Padre durante muchos años. Estuvo en buena parte de la búsqueda de los papeles sobre Milpa Alta y en reuniones con varias personas que sabían o tenían documentos sobre la propiedad comunal, presentando siempre buena disposición y discreción, pero por encima de todo amistad.

 

Las pesquisas de Padre, fueron a los ojos de todos aquellos milpalteses que quisieron participar y enterarse. Los datos encontrados eran compartidos con los interesados en reuniones en la “Casa del Pueblo” que se encontraba sobre la avenida Yucatán Sur en el barrio de la Concepción. Justo esa apertura atrajo a nuevas personas y llevó a algunas otras a aprovechar la situación.

 

Padre, después de conocer el paradero de la otra parte del archivo de la Representación Comunal y leer el inventario de los documentos que el señor Gláfiro tenía en su poder, tuvo varias reuniones con él. Al principio el señor Meza negó la posesión, pero ante la evidencia proporcionada por el licenciado Álvarez, lo aceptó y dejó entrever que los podía entregar a cambio de un monto en efectivo.

 

El pedir dinero, a cambio de un bien de la comunidad, era inaceptable para Padre, no concebía que una persona quisiera lucrar antes que ayudar a su comunidad. Tras varias reuniones, promesas de mostrar el mapa y varias negativas, hubo un alejamiento por varios años con el señor Meza Rojas. Sin duda, fue un tiempo perdido ya que los documentos no pudieron ser aportados para formar parte del expediente agrario.

 

Pasaban los años y se produjo en hecho irremediable: El fallecimiento del señor Gláfiro. El suceso abría otra posibilidad, o así lo pensó Padre. Nuevamente, ahora, con otra persona como acompañante, empezó a visitar a los hijos del señor Meza. Algunas veces no lo recibían diciendo que no se encontraban o, simplemente, no salían. Las ocasiones en que platicó con ellos, pusieron de manifiesto sus intenciones económicas para llegar a un acuerdo sobre la documentación.

 

Llegó un momento en que Padre pensó ofrecer una gratificación pero lo expectativa de los poseedores del mapa eran elevadas, así que la posibilidad de ser restituidos a la comunidad quedaba casi cancelada.

 

Por allí se dice que las oportunidades son de los que se arriesgan; y una persona aprovechó el momento para cosechar el trabajo de búsqueda realizado por Padre y empezó una colecta con vecinos, comuneros, funcionarios públicos y otras personas para pagar el monto solicitado y poder adquirir esos papeles.

 

La persona logró su cometido y en la actualidad los tiene bajo su resguardo. De manera ocasional los muestra en reuniones públicas. La posesión de estos documentos hizo posible que  la persona se acercara a la representación comunal general, encabezada por Julián Flores, y trabajara para ellos hasta la muerte del representante suplente.

 

Entre las acciones que realizó con la representación, está la donación de una copia del mapa de 1690 a la Parroquia de la Asunción, mismo que puede ser apreciado en la actualidad en una de las paredes del templo.

 

Pero nunca se ha escuchado a esta persona, en asambleas o reuniones, reconocer a Padre por haber realizado la búsqueda y localización del mapa, además de otros documentos del archivo comunal.

 

 

Enero-Febrero de 2024.


lunes, 5 de febrero de 2024

ASENTAMIENTOS, LUGARES Y LIMITES EN EL MAPA DE 1870 DE LA PROPIEDAD COMUNAL DE MILPA ALTA.

Paleografía: Raymundo Flores Melo.

 

Pueblo de La Milpa y su tt[iem]po 1

Los religiosos ex[er]cirtan en administrar 2

Los religiosos estudian en mexicano 3

El Calvario 4

La plaza 5

Varrio de Sn. Mateo 6

Hermita de guadalupe 7

La de porciuncula 8

Sn. Agustin 9

La Concepcion 10

Sta. Cruz 11

Sta. Marta 12

Sn. Pedro Atocpa 13

Sn. bartolome 14

ermita de Sn. Juan 15

Sn. Pablo Oztotepec 16

Sn. Lorenzo 17

Santana 18

Tepenahuac 19

Sn. geronimo 20

Sn. Francisco Tecospa 21

Tecomic 22

El Calvario 23

 

Primer lindero al Norte Teuttitlan 1

Sigue a el oriente Yetecco 2

Ttlaquehpa 3

Maxolco 4

Noxcalco 5

Coyotl yatlian 6

Tecpayocan 7

Tettexalco 8

Cuauhinanco 9

Cuauttetepontitlan 10

Xalcoyoco 11

Noxnamacoyan 12

Cohatlayyecac 13

Tohin yapan 14

Acualtzinco 15

Nepanapa 16

Yquipala 17

Ttetexallo 18

Ocotzocuauyotoc 19

Olollicque 20

Otlayucan 21

Guardatitlan 22

Chichinaucyo 23

Tulmiac 24

Ttetzaqualuca 25

Otlayoyotzin 26

Attlicayotzin 27

Zacapetzinco 28

San Bartolomé 29

Tetlixculco 30

Mexcalco 31

Nican motzacua in cuaxottli.

domingo, 4 de febrero de 2024

UNOS PAPELES DE LA COMUNIDAD DE MILPA ALTA

Por: Raymundo Flores Melo

 

Padre llegó a casa después de entrevistarse con el licenciado Álvarez, uno de los abogados más reconocidos de la región. Él le había entregado una serie de documentos que le sirvieron para ganar un caso a favor de las representación comunal de Milpa Alta. Fueron varias las  vistas y las pláticas con don Ignacio. El contacto de años y la confianza, habían hecho el trabajo de convencerle de la buena intención en la búsqueda de estos papeles.

 

Todos miramos con curiosidad el bonche de hojas que depositó en la mesa. Eran cosas importantes del monte, de la propiedad por la que cientos de vecinos habían luchado y que otros intentaban usufructuar en su beneficio, sin informar y tomar en cuenta  al restos de los habitantes.

 

Intentamos leer el contenido, algo de él borroso, por el tiempo, y por ser fotocopias que los años habían desteñido. La mayoría de las palabras eran legibles, otras no tanto porque habían entrado en desuso o debido a que eran abreviaturas que no coincidían con las que se usan en la actualidad.

 

Era apremiante conocer el contenido, pues cada vez había menos tiempo para poder aportarlos a la Secretaría de la Reforma Agraria y poder ayudar con su contenido a la confirmación y titulación del bosque.

 

Una serie de nombres, tanto en lengua náhuatl como español, salían del texto y retumbaban en las paredes del comedor: parajes, personas, fechas, sucesos iban y venían. Algunos lugares eran reconocidos de inmediato, otros se asomaban entre brumas, algunos más quedaban en una honda incógnita.

 

¿Dónde llevarlos y con quién? Era la pregunta que giraba en torno a estos papeles. Para aportarlos era necesario saber su contenido. ¿Quién los transcribiría? Para eso se necesitaba buscar una persona que supiera hacerlo. La clave de la solución fue una ex alumna de padre: La señorita Martínez Ibáñez que trabajaba en el Archivo General de la Nación.

 

Luego de una breve visita, los pasos de padre se encaminaron, en un largo recorrido, al AGN, donde la señorita Clotilde le presentó a una paleógrafa que realizaría la transcripción del documento. Aunque debería decir documentos, ya que se trataba de varios que iban desde títulos primordiales, hasta pleitos legales que la comunidad de Milpa Alta había tenido con sus colindantes a lo largo de varios siglos.

 

El costo de la paleografía fue financiado con la cooperación de algunos vecinos y de la familia. Los faltantes en los textos fueron completados con la lectura y revisión de los expedientes que posee el AGN, y una vez terminada la paleografía, por fin, pudieron ser aportados a la SRA.

 

Justo por este suceso nace el interés de querer saber, a cabalidad, el contenido de los mismos  y aprender paleografía. La única licenciatura que la brindaba en su plan de estudios era la de Etnohistoria en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y para allá fuimos.

 

Pero esto no fue lo único que despertó la curiosidad, pues la búsqueda de los papeles de Milpa Alta siguió y, nuevamente, el licenciado Ignacio Álvarez jugó un papel importante. Ahora se trataba de las pesquisas de la documentación que había poseído la representación comunal general y que, dividida, había pasado a manos de otras personas para su resguardo. Los recibos mencionaban el nombre de dos personas, una de San Pablo Oztotepec y otra de Villa Milpa Alta.

 

Cada una se había quedado con parte de los papeles,  que al paso de muchos años, los diferentes representantes comunales habían reunido: mapas, pictografías, títulos primordiales y varias transcripciones que fueron gestionadas por los naturales de La Milpa desde la época virreinal hasta el siglo XX.

 

Después de pláticas y reuniones con don Gorgonio, padre logró convencerle de que prestara los documentos que tenía en su poder. Lo primero que se hizo fue mandar a fotografiar el mapa y las seis pictografías y se fotocopió el testimonio de 1870, expedido por el Archivo General y Público de la Nación. Documentos todos que guardan datos importantes sobre la historia de Milpa Alta.

 

Del mapa, lo que más llamó la atención fue su colorido y las mojoneras de la propiedad comunal y sitios importantes de Milpa Alta como son el Exconvento de la Asunción y su huerta, la fuente donde llegaba el agua del Tulmiac, los calvarios (uno en Tecomitl y otro donde está la capilla de la Lupita), la capilla de Porciúncula (hoy iglesia del barrio de la Luz), así como de las ermitas de la mayoría de los pueblos que forman la actual Milpa Alta.

 

En cuanto a las pictografías, son interesante los elementos que contienen: santos, cruces, indios principales, representaciones de elevaciones importantes de la región, personajes históricos y la iglesia de la Asunción como centro de la propiedad comunal, todo ello con anotaciones en español y náhuatl.

 

El Testimonio de 1870, es un tipo de resumen de los litigios que  desde el siglo XVII la comunidad agraria de Milpa Alta tuvo y tiene con algunos de sus colindantes.

 

La documentación que tenía el señor Glafíro Meza, pudimos verla de forma física muchos años después, pues gracias a la acuciosa búsqueda de padre, la conocimos con bastante antelación a que la familia de dicha persona se decidiera a venderla, pues estaban dentro de las decenas de fotocopias que el licenciado Ignacio Álvarez había proporcionado.

 

Que tengas frente a tus ojos este tipo de papeles, hace volar tu imaginación y despierta el interés por saber más, por indagar en la historia del lugar donde naciste, de leer y contrastar con tu realidad, pero sobre todo el placer de contarlo, de escribirlo, y así , volver a vivirlo.

 

Milpa Alta, noviembre-diciembre, 2023.

 

 

sábado, 3 de febrero de 2024

MILPA ALTA, UN PAISAJE CULTURAL

Por: Raymundo Flores Melo

 

Hablar de Milpa Alta, es referirse a una geografía que explica su historia. Su cercanía con la ciudad de México le ha dado tanto ventajas como riesgos. Los elementos económicos, políticos, sociales y naturales que posee, la describen y determinan como un espacio cuyos habitantes han construido una identidad que les ha servido de muralla ante la embestida del crecimiento urbano.

 

Bosques y tierras fértiles, materiales como roca, grava, arena y madera han marcado el vivir de los milpaltenses a lo largo de su historia. Una historia que puede ser relatada desde la época prehispánica hasta los primeros años del siglo XXI.

 

Primero bajo el señorío Xochimilca y después bajo el control de México-Tenochtitlán; de manera posterior como parte de la encomienda de Pedro de Alvarado y, más adelante, durante el virreinato, bajo la protección de la corona española.

 

Los naturales de La Milpa defendieron sus tierras ante los intereses de españoles y otro pueblos de indios , y lo continuaron haciendo usando las armas legales que los diversos gobiernos fueron implementado[1], tanto en lo que fue el reino de la Nueva España como en el México independiente.

 

En el siglo XX participaron en la movilización armada llamada Revolución Mexicana, y en luchas sociales que dieron al problema campesino una organización independiente y visibilidad a escala nacional, como lo fue la creación de la CNPA.

 

La defensa de la tierra ha jugado un importante papel, ha sido un elemento constitutivo de identidad: los milpaltenses no pueden comprenderse sin sus tierras de labor y bosques.

 

LABOR DEL CAMPO

 

El maicito se cultiva

con la primera labor,

y después con la segunda

y además con el montón[2].

 

Adentrado en su día a día, el campesino se dirige, desde muy temprano  a trabajar. Empieza a preparar la tierra, la limpia, la barbecha; permite que la humedad penetre en ella para después proceder a hacer los surcos y depositar la semilla.

 

Al paso de las semanas y meses, hace los diferentes trabajos o labores[3] que permitirán el desarrollo de la planta: de aquel cereal, que  gracias al trabajo de los antiguos mexicanos sigue regalando sustento a las nuevas generaciones.

 

Si bien en Milpa Alta y sus pueblos hay pequeños valles aptos para el cultivo, al ver sus cerros, nos podemos dar cuenta que en el pasado había una mayor explotación de la tierra. De esto dan fe el sinnúmero de terrazas que se observan en cerros, laderas y cañadas, que se encuentran asociadas a otros elementos como tecórbitos, teocholes y tecorrales que  nos hablan del intenso trabajo y explotación agrícola en la zona.

 

No en balde, fue llamada milpa alta. Todo parece indicar que sus cementeras de maíz fueron numerosas y complemento de ese otro sistema agrícola llamado chinampa que se desarrollo en la Cuenca central de México para dar de comer a la ciudad de México-Tenochtitlán.

 

Pero no solamente en la milpa se ha producido maíz, también se siembra frijol, calabaza, haba, papa y otros productos no nativos.

 

¿Quién iba a pensar que los habitantes de Milpa Alta convivieran con vestigios arqueológicos? Los trabajos arqueológicos así lo confirman.

 

 

SOBREVIVIR DEL BOSQUE

 

El bosque tiene un importante lugar en la vida de los milpalteses, les proporciona los materiales con los que se han dado sustento y vivienda a lo largo de su historia. Horcones, vigas, morillos, soleras, tablones, tejamaniles y otros productos vegetales formaban parte de la cotidianidad de la mayoría de los pueblos de nuestra delegación.

 

De tal manera, la construcción de casas, tapancos, corrales, cincolotes y cercados eran posibles gracias a la explotación de los recursos forestales, así como de otras plantas, como el maguey, del que puede utilizarse el quiote, las pencas y el ixtle.

 

El zacate o zacatón fue utilizado para cubrir los techos de las casas. En tanto que los tallos de la planta llamada tepecha o tepechia servían para formar los corrales y paredes de las casas humildes.

 

Todo ello, conjuntado con una gran cantidad de roca que, por ser zona volcánica, abunda en la demarcación, ha forjado la fisonomía – aún hoy día – de la alcaldía Milpa Alta.

 

Hasta la primera mitad del siglo XX era posible observar casas techadas con tejamaniles, que son un tipo de tabla labrada de manera tosca, sobre los cuales eran colocadas piedras con la finalidad de mantenerlos en su lugar y que el viento no se los llevara. En la década de los cincuenta, empiezan a ser sustituidos por las tejas[4].

 

Todavía podemos ver sus antiguos caminos, calles y casas de piedra con tejados de dos aguas, sus bardas perimetrales cercanos a las tierras de labor.

 

En cuanto a los tipos de árboles utilizados para la cocción de comidas, carnes y panes[5], podemos enumerar el aile, el madroño, el ocote y el abeto, maderas muy socorridas hasta los años setentas del siglo XX, cuando empezó a generalizarse el uso del gas.

 

LA COMIDA

 

La hora de comer, frente al fogón o tlecuil, donde  sobre el comal se calienta la comida y se echan las tortillas gruesas, azules; se hace presente el chiquihuite con su servilleta para que no se enfríen; más allá el molcajete y tejolote para moler jitomate, chile, cebolla, ajo y sal para hacer la salsa que acompañe los alimentos. La olla de café negro o un té proveniente del monte para acompañar la comida.

 

Como olvidar el proceso de nixtamalización que inicia con poner a cocer los granos de maíz con cal. Luego lavarlos y, ya libres de la cáscara, llevarlos al molino, o bien, como lo hacían las abuelas, molerlo en el metate, hasta que con ayuda del agua y del metlapill, adquiriera la consistencia propia de masa para hacer tortillas en el comal de barro o metal.

 

Recordando también cuando las mujeres milpaltenses, tostaban en un comal maíz rojo para después molerlo y convertirlo en pinole para preparar un rico atole, tan socorrido para las mañanitas de los santos patronos y otras celebraciones.

 

Del trabajo para batir la masa junto con la manteca de cerdo y lograr el punto exacto que permita dar consistencia al tamal.

 

Se hacen diferentes tipos de tamales para desayunos y cenas, como son los verdes de carne; o aquellos que en las fiestas del pueblo son los mejores acompañantes del mole negro: los de alverjón y frijol.

 

Del monte milpaltense también salía el zacate que se ponía al fondo de los peroles para cocer – al vapor – esos ricos tamales.

 

Y no debemos olvidar los hongos, que los hay en gran variedad, y que hasta hoy día hacen la delicia de los paladares  milpaltenses en temporada de lluvia.

 

MIGRAR A LA CIUDAD

 

Los campesinos de Milpa Alta producen lo mismo que antaño, sin embargo, los avances tecnológicos y los cambios económicos en el país, harán que sus pasos, de manera paulatina, dejen de dirigirse al campo. Sus ojos están puestos en las oportunidades comerciales y de trabajo que la ciudad de México les brinda.

 

La migración a la gran urbe inicia. Algunos milpaltenses dejan de trabajar la tierra y se vuelven comerciantes. El viaje es largo y para muchos es mejor encontrar una casa en la ciudad para ya no transitar tanto.

 

Las colonias relativamente cercanas a los mercados empezaron a llenarse de personas con fuerte ascendencia campesina, con gente acostumbrada al trabajo físico, con personas dedicadas a abrir la tierra con el arado y sembrar el maíz, a hacer  su propia comida, ropa y a trabajar el cerdo, desde su cruza, hasta la venta de una gran variedad de derivados del mismo. Estas habilidades, además de su trabajo en fábricas, oficinas y otras dependencias, les ayudarán a sobrevivir, a mantenerse y crear un pequeño capital.

 

Pese a la lejanía, estos migrantes internos, encontraron la manera de continuar ligados a sus comunidades: ya sea cooperando para sus festividades patronales o ayudando en mejoras materiales. Y claro, visitando su terruño de vez en cuando.

 

Si duda, transitar por los doce pueblos de Milpa Alta, es reencontrarse con una historia que todavía es muy nuestra.

 

 

 

 

Octubre 2023.

 

 

 



[1] LÓPEZ CABALLERO, Paula. Indígenas de la nación…

[2] VILLANUEVA ROJAS, Fidencio. Aztecacuicame. Cantos Aztecas. México, GDF/PAPO, 2006, p. 39

[3] El de a uno se realiza cuando la planta alcanza de 35 a 40 cm; el de a dos a los 65 o 70 cm; y el montón cuando tiene aproximadamente metro y medio.  Véase “Cultivos tradicionales y nuevos en Ohtenco” de Roberto Galino Islas  en GÓMEZ CÉSAR, Iván. Historias de mi pueblo. Concurso testimonial sobre la historia y cultura de Milpa Alta. México, CEHAM, 1992, p. 140. Vol. IV

[4] MADSEN, Wiliam. Los niños de la virgen

[5] Véase “Vida cotidiana en Santa Ana Tlacotenco” de Librado Silva Galeana en Tlalocan, Vol. XI, México, 1989, UNAM,  pp. 179-189