“¿Qué cosa y cosa que en un día se empreña?
Es el huso con la mazorca.”[1] Adivinanza que habla del hilado, de la manera
como, en manos de la mujer, empezaba a formarse la madeja que daría lugar, después
de su tejido, a varios implementos en el vestir y usar del México en la época
prehispánica.
La
mujer hilando es símbolo de fertilidad, creación, permanencia y reproducción cultural.
Al hacer labores como el escarmenar y sacudir; hilar delgado y parejo, saber
hacer buena mazorca[2]; devanar[3] y
hacer el ovillo para después realizar la urdimbre[4],
ayuda a la pervivencia de su pasado y lo proyecta al presente.
El
hilado es una actividad que no puede llevarse a efecto sin un importante implemento:
el malacate.
En la
región de Milpa Alta se llaman malacate al instrumento circular, semi-cónico
con un orificio en el centro, donde se coloca un huso de madera[5]. La
mayoría de los malacates son elaborados con barro cocido, aunque también lo hay
de barro crudo. Su superficie puede ser lisa, sin embargo, los hay esgrafiados,
es decir, con incisiones en forma de líneas, curvas y algunos otros diseños.
La
mayoría de ellos fueron elaborados con moldes y hasta hace algún tiempo, podían
encontrarse cerca de la tierra de labranza. Se han hallado numerosos malacates
en el paraje de Santa Martha Zolco,
lugar donde fue erigida la primera ermita de la región a finales del siglo XVI,
así como en otros lugares de la
geografía milpaltense[6].
Estos
artefactos se emplean, como se mencionó con antelación, en la labores de hilado.
Para ello, se toma un extremo de la varilla – el lado opuesto al contra peso –
y se hace girar, mientras la otra mano toma la hebra y la lleva hacia el huso,
que al rotar empezará a producir la mazorca.
Hay malacates
de varios tamaños, destacando algunos muy pequeños que es probable fueran
usados para materiales finos como el algodón, y otros de mayor tamaño para
materiales más burdos como las fibras de maguey.
El
resultado del tejido son productos locales como las cintas para el pelo, fajas,
ceñidores, chincuetes o enredos, así como objetos para el uso del trabajo
campesino como los ayates y mecapales.
Así
como se hace girar al malacate para dar cuerpo a la mazorca, así nuestro cerro
sagrado el Teuhtli, por algunos llamado Malacachtepec, es centro a partir del
cual, se asientan los doce pueblos que forman a la comunidad de Milpa Alta.
De
esta manera: San Antonio Tecómitl, San Francisco Tecoxpa, San Jerónimo
Miacatlán, San Juan Tepenahuac, Santa Ana Tlacotenco, La Asunción Milpa Alta, San
Lorenzo Tlacoyucan, San Pedro Atocpan, San Pablo Oztotepec, San Salvador
Cuauhtenco y San Bartolomé Xicomulco, además de San Agustín Ohtenco, forman un
todo[7]. Un
todo, que a la manera de mazorca, cuyos hilos deben ser delgados y parejos, dé
forma a un ovillo de calidad que sirva para hacer el entramado de su historia.
*Integrante del Consejo de la
Crónica de Milpa Alta y vecino del barrio de la Concepción.
[1]
SAHAGÚN, Bernardino de. Historia General de las cosas de Nueva
España. Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 453
[2] La
mazorca era el hilo enredado en el huso.
[3]
Enrrollar.
[4]
SAHAGÚN, Bernardino de. op. cit. p. 605
[5] Sin
embargo, esta pieza en realidad es un contrapeso que junto con el huso o
varilla de madera forma el malacate.
[6]
Agradezco a Jorge Fernando Robles Romero, así como al señor Francisco Domínguez
Basurto por permitirme ver sus colecciones de malacates.
[7] Sin
olvidar San Gregorio Atlapulco, San Luis Tlaxialtemalco, Santiago Tulyehualco
(Xochimilco), y San Juan Ixtayopan
(Tláhuac), pueblos con los que compartimos geografía, costumbres y tradiciones.