Por: Raymundo Flores Melo
Hablar
de Milpa Alta, es referirse a una geografía que explica su historia. Su
cercanía con la ciudad de México le ha dado tanto ventajas como riesgos. Los elementos
económicos, políticos, sociales y naturales que posee, la describen y determinan
como un espacio cuyos habitantes han construido una identidad que les ha
servido de muralla ante la embestida del crecimiento urbano.
Bosques
y tierras fértiles, materiales como roca, grava, arena y madera han marcado el
vivir de los milpaltenses a lo largo de su historia. Una historia que puede ser
relatada desde la época prehispánica hasta los primeros años del siglo XXI.
Primero
bajo el señorío Xochimilca y después bajo el control de México-Tenochtitlán; de
manera posterior como parte de la encomienda de Pedro de Alvarado y, más
adelante, durante el virreinato, bajo la protección de la corona española.
Los
naturales de La Milpa defendieron sus tierras ante los intereses de españoles y
otro pueblos de indios , y lo continuaron haciendo usando las armas legales que
los diversos gobiernos fueron implementado,
tanto en lo que fue el reino de la Nueva España como en el México
independiente.
En
el siglo XX participaron en la movilización armada llamada Revolución Mexicana,
y en luchas sociales que dieron al problema campesino una organización
independiente y visibilidad a escala nacional, como lo fue la creación de la CNPA.
La
defensa de la tierra ha jugado un importante papel, ha sido un elemento
constitutivo de identidad: los milpaltenses no pueden comprenderse sin sus tierras
de labor y bosques.
LABOR DEL CAMPO
El maicito se cultiva
con la primera labor,
y después con la segunda
y además con el montón.
Adentrado
en su día a día, el campesino se dirige, desde muy temprano a trabajar. Empieza a preparar la tierra, la
limpia, la barbecha; permite que la humedad penetre en ella para después
proceder a hacer los surcos y depositar la semilla.
Al
paso de las semanas y meses, hace los diferentes trabajos o labores que
permitirán el desarrollo de la planta: de aquel cereal, que gracias al trabajo de los antiguos mexicanos
sigue regalando sustento a las nuevas generaciones.
Si
bien en Milpa Alta y sus pueblos hay pequeños valles aptos para el cultivo, al
ver sus cerros, nos podemos dar cuenta que en el pasado había una mayor
explotación de la tierra. De esto dan fe el sinnúmero de terrazas que se
observan en cerros, laderas y cañadas, que se encuentran asociadas a otros
elementos como tecórbitos, teocholes y tecorrales que nos hablan del intenso trabajo y explotación
agrícola en la zona.
No
en balde, fue llamada milpa alta. Todo parece indicar que sus cementeras de
maíz fueron numerosas y complemento de ese otro sistema agrícola llamado
chinampa que se desarrollo en la Cuenca central de México para dar de comer a
la ciudad de México-Tenochtitlán.
Pero
no solamente en la milpa se ha producido maíz, también se siembra frijol,
calabaza, haba, papa y otros productos no nativos.
¿Quién
iba a pensar que los habitantes de Milpa Alta convivieran con vestigios
arqueológicos? Los trabajos arqueológicos así lo confirman.
SOBREVIVIR DEL BOSQUE
El
bosque tiene un importante lugar en la vida de los milpalteses, les proporciona
los materiales con los que se han dado sustento y vivienda a lo largo de su
historia. Horcones, vigas, morillos, soleras, tablones, tejamaniles y otros
productos vegetales formaban parte de la cotidianidad de la mayoría de los
pueblos de nuestra delegación.
De
tal manera, la construcción de casas, tapancos, corrales, cincolotes y cercados
eran posibles gracias a la explotación de los recursos forestales, así como de
otras plantas, como el maguey, del que puede utilizarse el quiote, las pencas y
el ixtle.
El
zacate o zacatón fue utilizado para cubrir los techos de las casas. En tanto
que los tallos de la planta llamada tepecha o tepechia servían para formar los
corrales y paredes de las casas humildes.
Todo
ello, conjuntado con una gran cantidad de roca que, por ser zona volcánica,
abunda en la demarcación, ha forjado la fisonomía – aún hoy día – de la alcaldía
Milpa Alta.
Hasta
la primera mitad del siglo XX era posible observar casas techadas con
tejamaniles, que son un tipo de tabla labrada de manera tosca, sobre los cuales
eran colocadas piedras con la finalidad de mantenerlos en su lugar y que el
viento no se los llevara. En la década de los cincuenta, empiezan a ser
sustituidos por las tejas.
Todavía
podemos ver sus antiguos caminos, calles y casas de piedra con tejados de dos
aguas, sus bardas perimetrales cercanos a las tierras de labor.
En
cuanto a los tipos de árboles utilizados para la cocción de comidas, carnes y
panes,
podemos enumerar el aile, el madroño, el ocote y el abeto, maderas muy
socorridas hasta los años setentas del siglo XX, cuando empezó a generalizarse el
uso del gas.
LA COMIDA
La
hora de comer, frente al fogón o tlecuil, donde
sobre el comal se calienta la comida y se echan las tortillas gruesas,
azules; se hace presente el chiquihuite con su servilleta para que no se
enfríen; más allá el molcajete y tejolote para moler jitomate, chile, cebolla,
ajo y sal para hacer la salsa que acompañe los alimentos. La olla de café negro
o un té proveniente del monte para acompañar la comida.
Como
olvidar el proceso de nixtamalización que inicia con poner a cocer los granos
de maíz con cal. Luego lavarlos y, ya libres de la cáscara, llevarlos al
molino, o bien, como lo hacían las abuelas, molerlo en el metate, hasta que con
ayuda del agua y del metlapill, adquiriera la consistencia propia de masa para hacer
tortillas en el comal de barro o metal.
Recordando
también cuando las mujeres milpaltenses, tostaban en un comal maíz rojo para
después molerlo y convertirlo en pinole para preparar un rico atole, tan
socorrido para las mañanitas de los santos patronos y otras celebraciones.
Del
trabajo para batir la masa junto con la manteca de cerdo y lograr el punto
exacto que permita dar consistencia al tamal.
Se
hacen diferentes tipos de tamales para desayunos y cenas, como son los verdes
de carne; o aquellos que en las fiestas del pueblo son los mejores acompañantes
del mole negro: los de alverjón y frijol.
Del
monte milpaltense también salía el zacate que se ponía al fondo de los peroles
para cocer – al vapor – esos ricos tamales.
Y no
debemos olvidar los hongos, que los hay en gran variedad, y que hasta hoy día
hacen la delicia de los paladares milpaltenses en temporada de lluvia.
MIGRAR A LA CIUDAD
Los
campesinos de Milpa Alta producen lo mismo que antaño, sin embargo, los avances
tecnológicos y los cambios económicos en el país, harán que sus pasos, de
manera paulatina, dejen de dirigirse al campo. Sus ojos están puestos en las
oportunidades comerciales y de trabajo que la ciudad de México les brinda.
La
migración a la gran urbe inicia. Algunos milpaltenses dejan de trabajar la
tierra y se vuelven comerciantes. El viaje es largo y para muchos es mejor
encontrar una casa en la ciudad para ya no transitar tanto.
Las
colonias relativamente cercanas a los mercados empezaron a llenarse de personas
con fuerte ascendencia campesina, con gente acostumbrada al trabajo físico, con
personas dedicadas a abrir la tierra con el arado y sembrar el maíz, a
hacer su propia comida, ropa y a
trabajar el cerdo, desde su cruza, hasta la venta de una gran variedad de
derivados del mismo. Estas habilidades, además de su trabajo en fábricas,
oficinas y otras dependencias, les ayudarán a sobrevivir, a mantenerse y crear
un pequeño capital.
Pese
a la lejanía, estos migrantes internos, encontraron la manera de continuar
ligados a sus comunidades: ya sea cooperando para sus festividades patronales o
ayudando en mejoras materiales. Y claro, visitando su terruño de vez en cuando.
Si
duda, transitar por los doce pueblos de Milpa Alta, es reencontrarse con una
historia que todavía es muy nuestra.
Octubre 2023.