Por: Raymundo Flores Melo.
En
1960 es grabada la película “Las
canciones unidas”, en ella se engarzan melodías distintivas de diferentes
países. México es representado por el son huasteco “La malagueña”, de la autoría de Elpidio Ramírez Burgos y Pedro Galindo Galarza, e interpretado
por Miguel Aceves Mejía.
La
filmación, dirigida por Chano Urueta, Tito Davison, Julio Bracho y Alfonso
Patiño Gómez podía pasar desapercibida, sin embargo, ese toque en la fotografía,
a la manera de las ilustraciones usadas en los calendarios mexicanos realizados
entre los años cuarenta y setenta del siglo XX[1],
llama la atención.
Cómo
no recordar esas imágenes donde se destacaba la belleza y gracia de la mujer
mexicana y se invitaba a descubrir, por la indumentaria, al estado de la
república al que pertenecían.
Agaves,
árboles de nopal, monumentos, pueblos y fiestas tradicionales eran los telones
de fondo donde se hacían presentes pajareras, vendedoras, chinas poblanas, tehuanas,
rancheras y otras que intentaban representar a la ruralidad mexicana.
En
el caso que nos ocupa, el escenario elegido es la parte posterior del exconvento
de la Asunción de María, en él podemos observar el curato y la barda de piedra
que servía de límite entre la construcción colonial y el terreno que
actualmente ocupan el museo regional, la biblioteca y oficina de correos[2] pero
que en ese entonces era un predio llano donde juagaban futbol los jóvenes
milpaltenses.
En la
escena vemos caminar a Elvira Quintana hacia la iglesia, voltear y mirar hacia
donde se encuentra el “rey del falsete” montado a caballo. Ella continua su
camino rumbo al templo mientras se cubre la cabeza con un rebozo blanco. La
magnificencia de la Asunción se hace presente al compararse con la figura
humana.
Algunos
años más tarde, en el mismo espacio, serán colocadas porterías y varios juegos,
entre ellos, columpios, volantines, resbaladillas y pasamanos que sirvieron de
entretenimiento a los niños del pueblo hasta la construcción del hospital
regional.
La
siguiente toma es al oriente, Aceves Mejía canta y a sus espaldas se encuentran
varios terrenos agrícolas limitados por magueyes y trabajados por campesinos
milpaltenses – que pueden verse en la película -, primero usando azadón, y
luego pasando un arado jalado por dos mulas.
Un
poco más lejos, vemos una casa de piedra de dos aguas con techo de teja. Casi
frente a ella la iglesia del barrio de la Concepción en construcción. La nave
principal de piedra, cúpula azul y linterna están terminadas; todavía no
existen el tímpano, el campanario y la torre del reloj.
Sin
duda, este fragmento de la película es una invitación a recordar a un pueblo
campesino que se ha ido pero que está presente en el corazón de muchos habitantes
de la Asunción-Milpa Alta, sobre todo de aquellos que tienen más de medio siglo
de vida.
Febrero de 2017.
[1] Véase
La Leyenda de los cromos. El arte de los calendarios mexicanos del
siglo XX en Galas de México. México, Museo Soumaya-Telemex, 2001, 299 pp.
[2]
Cuando se escribe el presente texto, la biblioteca y la oficina de correos ya
han sido demolidos. Con anterioridad el espacio albergaba al hospital regional
de Milpa Alta.