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domingo, 11 de septiembre de 2016

LOS NIÑOS MILPALTENSES EN LA REVOLUCIÓN.


Por: Raymundo Flores Melo.
¡Hasta los perros eran zapatistas! Es la frase que ha querido ser referencia para sustentar la adscripción de buena parte de los milpaltenses durante la revolución mexicana. Se ha hablado de personajes de la región que en batalla consiguieron altos rangos en el Ejercito Libertador del Sur, de pugnas entre zapatistas y carrancistas, de aguerridas mujeres que lograron un lugar importante en los ejércitos revolucionarios[1], de rivalidades entre familias, de matanzas como la de Chapitel, del éxodo de mujeres junto a su familia hacia la Ciudad de México y poblaciones vecinas.
Sin embargo, se ha dejado de lado lo ocurrido con los infantes durante el conflicto armado en la zona. ¿Qué fue de ellos durante el movimiento llamado Revolución Mexicana en esta parte sur de la Ciudad de México? ¿De qué manera lo sufrieron en la vida diaria?
Materiales como los legados por Luz Jiménez, José Concepción Flores Arce – Xochime – , las señoras Maximina Jurado Muñoz y Ana García Miranda, así como pequeños relatos de otros vecinos de los pueblos de la delegación, nos dan un panorama de lo que fue la revolución para los niños en esta parte de la Ciudad de México, asolada por incursiones de los diferentes bandos que disputaban el control militar de un territorio considerado estratégico para entrar a la capital del país.
La paz porfiriana.
El inicio del siglo XX pintaba bien para la niña Julia Jiménez González; en 1908 había cumplido uno de sus anhelos, entrar a la escuela Concepción Arenal[2] donde, a decir de ella misma: “Nos enseñaban a hablar español y nos instruían para saber vivir y comportarnos[3]. En 1910, para festejar el centenario de la Independencia de México, Julia recibió, de parte del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Justo Sierra Méndez, “zapatos, vestidos y blusa[4]. En la niña existía el deseo de estudiar para convertirse en maestra.
La escuela empezaba a modificar de manera gradual la vida de los niños de Milpa Alta, tanto en su forma de vestir como en salud. Sin embargo, el cambio se tornaría drástico y tomaría otra senda cuando, sin previo aviso, “se oyeron balazos entre el Teuhtli y el Cuauhtzin… eran los federales que peleaban contra los hombres de Morelos[5]: los zapatistas habían llegado.
 La revolución en Milpa Alta
La revolución llegó a Milpa Alta en 1911[6], y con ella un periodo de inestabilidad que se prolongaría hasta finales del año de 1916 cuando sus habitantes fueron obligados a salir de su tierra. Es en esta etapa donde podemos temporalizar los relatos que a continuación se consignan.
El joven
Juan Antonio ve partir a su padre rumbo al sur para sumarse a las fuerzas zapatistas. Después de un tiempo, al enterarse de la llegada de Emiliano Zapata a Milpa Alta, acude a ver pasar a los revolucionarios rumbo al cuartel de Everardo González. El adolescente mira ávidamente los sombreros y gabanes de los que van pasando. Busca a su padre. Un hombre vestido de charro se le acerca y le pregunta:
-        ¿Cómo te llamas?
-        Me llamo Juan Antonio.
-        ¿Quién es tu padre y dónde está?
-        Él se llama Longinos Antonio, hace un año que se fue a Morelos, se fue a la revolución con Zapata y no ha vuelto. Él es alto y tiene una pequeña cicatriz en la mejilla; llevaba su gabán color coyote, y por más señas es un hombre bueno. ¿Lo conoce usted? ¿Sabe en dónde está?
El charro con gran bigote y ojos tristes, hablo con voz afable: Ya vendrá muchacho, ya vendrá[7].
“Pasaron todos los de a caballo, después los de a pie y al final las mujeres. Casi todas jóvenes, descalzas, sudorosas y cansadas”[8].  Avanzaron las horas, el muchacho regresó a su casa, había comprendido que su padre no volvería.
El niño tlacualero
Otra, una historia llena de dramatismo, por la perdida paulatina de su familia, es la del niño tlacualero, cuyo nombre fue Quintín Jurado Sandoval. Primero pierde a su madre, después su hermana enferma de pulmonía y muere, y más tarde su padre es muerto por los carrancistas en la ciudad de México. Por invitación de sus tíos, y luego por la de un coronel, va de lugar en lugar, con su ayate, recogiendo alimento para los campamentos zapatistas. El niño tiene que andar por los caminos de Morelos, Xochimilco y el monte de Milpa Alta:
Mis tíos y vecinos ya me habían enseñado todos los caminos que tenía que recorrer para dejar las tortillas, el fríjol, el nixtamal y las habas hervidas en los campamentos. No era el único, pero era el más pequeño, porque había más tlacualeros[9].
El niño no sólo era empleado para llevar comida, pues también tenía que entregar mensajes que llevaba escondidos en su gastado ceñidor azul o entre su pie y el huarache. Papeles que decían la localización de los carrancistas o dónde se necesitaban refuerzos.
Quintín, en voz de su hija, resume esta etapa de su vida en una frase: “Mi niñez la dejé entre los campos de cultivo, y la mayor parte entre los campamentos de los zapatistas[10].
El niño de Tlacotenco
Por último, la historia de dos hermanos que viajaban a vender animales al estado de Morelos. El hermano mayor, con veinticinco años de vida, fue muerto por las tropas del gobierno, su pequeño hermano  de diez años de edad tuvo que emprender solo el regreso a su pueblo, a Santa Ana Tlacotenco. Para ello, la señora de la casa donde se alojaban le puso en un morral – por ser tiempos de escases – “tres aguacatitos secos, dos manguitos verdes y unas dos tortillas[11].
Así, emprendió un accidentado regreso por el monte. Primero se escondió, en la oquedad de un grueso tronco de árbol, ante la presencia un  desconocido grupo de hombres a caballo. Luego, ya casi llegando a Tlacotenco, vio un lugar lleno de muertos y heridos[12], donde lo que más le impresionó fue “una señora desplomada, toda ella boca arriba y un niño , como de un año y meses más o menos, que estaba boca abajo sobre ella, llorando, buscándole el pecho a su madre, y cuando lo encontró empezó a succionar y dejo de llorar[13].
Al llegar a su casa, sus tías lo estaban esperando y le decían “- ¡Vente Juanito, te vas con nosotros a México! ¡Aquí no hay nadie!, tus papás están allá y ni siquiera saben que a tu hermano ya lo mataron. Y él les contestó “- No tía, ¿qué cara les voy a poner a mi papás? ¿Cómo les voy a decir que no cuidé a mi hermano y que ya lo fui a dejar?[14].
La situación no era para quedarse, “todas las casitas que antes eran de dos aguas, estaban vacías y hasta los perros se estaban muriendo de hambre[15].
Los saldos de la revolución
Estas pequeñas narraciones quedan retumbando en los oídos de muchos, pues todavía hoy, hay personas que alzan su voz para dar a conocer su historia, la de sus padres o de sus abuelos[16]; como aquella del anciano, contándole al nieto lo que sucedió después de que los carrancistas tomaron las mejores casas del pueblo, y como a su corta edad tuvo que recoger – casi arrastrar - varios morrales, fusiles, carabinas y carrilleras de entre los soldados federales muertos para luego llevarlas donde se encontraban reunidos los recién llegados zapatistas y entregarlas. De cómo la gente de Zapata, en premio a su acción, le regaló un gabán y no un caballo pues podía, por su corta edad, ser despojado de él. El nombre del niño fue Ladislao Gutiérrez Torres, vecino del barrio de la Concepción[17].
Y así, dentro de este conjunto de historias, tenemos la del joven que, en la columna zapatista que llega a Milpa Alta, busca a su padre que fue a la revolución,  que tomó rumbo a Tierra Caliente como lo hicieron varios hombres de nuestros pueblos; y otra que da cuenta del niño tlacualero que va, de casa en casa de los pobres campesinos milpaltenses colectando alimentos para llevarlos, atravesando el bosque, a los cuarteles rebeldes.
El primero de ellos marcado por la presencia de Zapata, el otro motivado porque sus paisanos y parientes se habían ido con las tropas del mismo general. Pero también esta presente la narración de un niño originario de Santa Ana Tlacotenco, cuyo hermano es asesinado en el estado de Morelos y tiene que regresar angustiado por el suceso.
Un joven y dos niños, sufriendo los avatares de una guerra de manera directa en su geografía cotidiana. En todos se hace presente la huella que dejo este suceso histórico.
Orfandad, pérdida de hermanos, casa, sustento. Inquietud por lo que habría de venir a cada una de sus vidas, es lo que dejan traslucir cada una de las historias de estos niños milpaltenses. Todo ello son los saldos que dejó, en la memoria de varias generaciones, el movimiento armado llamado revolución mexicana.
Septiembre de 2016.


[1] Vásques Reyes René “Las guerrilleras de Milpa Alta“ en LOZA JURADO, Juan Carlos et. al. ¡Viva Milpa Alta! Relatos de la Revolución. México, SEDEREC-Atoltecayotl, 2009, pp. 57-63
[2] HORCASITAS, Fernando (recop.). De Porfirio Díaz a Zapata. Memoria Náhuatl de Milpa Alta. México, UNAM, 1968, p. 35
[3] Ibíd. p. 85
[4] Ibíd. p. 95
[5] Ibíd. p. 103
[6] Existen varias publicaciones como El Tiempo Ilustrado, El Tiempo, El País, La Patria, La Opinión, entre otros que dan cuenta del suceso. La mayoría corresponden al mes de octubre de dicho año.
[7] FLORES ARCE, José Concepción. Memoria de Momoxco. Compilación de narraciones bilingües náhuatl-español. México, Ce-Acatl, 2009, pp. 34-35
[8] Ibíd., p. 37
[9] LOZA JURADO, Juan Carlos (coord.) ¡Viva Milpa Alta! Relatos de la Revolución. México, SEDEREC-Atoltecayotl, 2009, p. 20
[10] Ibíd., p. 21
[11] Ibíd., p. 29
[12] Ibíd., p. 30
[13] Ibíd., pp. 30-31
[14] Ibíd., p. 31
[15] Ibíd., p. 31
[16] Un ejemplo de esto es el libro Viva Milpa Alta mencionado con antelación.
[17] Episodio narrado por el doctor Fidel Jiménez Gutiérrez en el mes de diciembre de 2012.

domingo, 21 de agosto de 2016

CHAPITEL, DOMINGO 15 DE OCTUBRE DE 1916.


Por: Raymundo Flores Melo

Don Antonio Bermejo, nacido en 1903, natural del barrio de Santa Martha, proporciona de manera breve y precisa la localización del lugar: es “donde está ahora el juzgado y la policía[1], es decir, en la contra-esquina de la iglesia de la Asunción; aquella formada por las calles México Norte y Jalisco Poniente en Villa Milpa Alta, sitio donde antaño había un aljibe[2].

El nombre del lugar hace referencia a un elemento arquitectónico que recibe la denominación de capitel o chapitel que es una pieza piramidal o cónica que sirve como remate a una columna o torre.

Su importancia histórica radica en un suceso que ha quedado grabado en la memoria milpaltense como la matanza o masacre de Chapitel.

El número de fusilados varía según la fuente consultada. Por ejemplo, doña Luz Jiménez - nacida en 1897 - nos dice que “Nomás faltaron cinco hombres para que hubieran sido doscientos los muertos”[3]. Por otro lado, el señor Bermejo menciona que pudieron ser entre “diez o veinte o más”[4].

En tanto, la fuente oficial señala que las fuerzas constitucionalistas hicieron ciento diez y seis prisioneros, de los cuales cuarenta y seis fueron fusilados por encontrárseles armas en las manos[5].

Es importante mencionar que, para la fecha del suceso, Luz Jiménez era una mujer joven de diez y nueve años, en tanto que Antonio era un niño de trece. Por tanto, tenemos dos percepciones: una la de la mujer a la que no le fue permitido salir hasta la madrugada del siguiente día[6]; y la del niño que, junto con sus madre, pudo darse cuenta de los hechos por estar en una de las esquinas del atrio de la iglesia.

El parte de combate, que hace referencia a lo sucedido en el Chapitel, tiene fecha de 16 de octubre de 1916. Según este documento, las acciones militares empezaron dos días antes, cuando las tropas federales salieron de Xochimilco a las ocho, pasado meridiano, rumbo al Teuhtli, lugar al que arribaron las once de la noche.

Al siguiente día, eso de las seis de la mañana, el general Joaquín Amaro Domínguez[7] emprendió la marcha contra Santa Ana Tlacotenco. La acción marchó bien para el ejercito federal, tanto por el flanco izquierdo y la parte central, no así por el lado derecho, pues las fuerzas encargadas del ataque no se presentaron[8], dejando libre el paso para la huida de los zapatistas.

Aun así, las fuerzas del gobierno al mando del coronel Pedro J. Almada y del general Amaro, capturaron los pueblos de Milpa Alta, San Pedro Atocpan, San Pablo Oztotepec y Santa Ana Tlacotenco, que ha decir, del periódico El Nacional[9], fueron abandonados por los zapatistas.

Lo sucedido en Milpa Alta, nos los cuentan dos testigos:

Luz Jiménez, quien perdió a su padre y tíos durante el hecho, deja asentado el suceso de la siguiente manera:

Y un día sacaron los carrancistas a los hombres de sus casas, a los niños de quince años, a los de doce o trece años, a los viejos, a los jovencitos, a los hombres fuertes y los mataron a todos en el atrio de la iglesia

Los sacaron como a las seis de la mañana. Sólo una descarga echó la ametralladora. Así los mataron

Estuvieron tirados todo un día y una noche. [Todas las mujeres no sabíamos nada; nos quedamos encerradas en las casas…]

[Con los azadones y machetes de los hombres todas las mujeres y muchachas de Milpa Alta rascaron las fosas en el atrio de la iglesia] para enterrar a sus maridos, padres e hijos. Pero como eran tantos los hombres que habían matado, echaron a ocho o diez muertos en cada fosa y los taparon con tierra…[10]

Antonio Bermejo, que califica como “matazón bárbara” los sucesos de Chapitel nos relata:

“… la segunda vez en que regresó Joaquín Amaro… Mando a las tropas a buscar a las casas de todo el pueblo a los hombres…”[11] “… los fusilaron a todos con una ametralladora…[12]

A media calzada, por la entrada de la iglesia más o menos como a unos quince metros, hicieron una fosa grande, ancha. Ya cuando se calmaron los tiroteos, las mujeres que estaban acá, de distintos lugares y grupos se armaron de valor, -‘vamos a ver’,- dijeron. Regresaron llorando… Entre seis mujeres traían a los difuntos en un costal… Los ponían al borde de la fosa, no se usaban sacos como ahora, era un triángulo que le llamaban quechquemitl y nomás la pura cara les tapaban… Otras, con su mandil sucio, roto, nomás la cara les tapaban y ¡órale, adentro!

Y nosotros adentro de la iglesia, mi mamá me tapaba la cara con la orilla de su rebozo y me decía: ‘No, no veas. No veas’, pero yo curioso, quería ver…[13]

Algo similar cuenta Guadalupe Arenas, originaria de Villa Milpa Alta, quien al principio de la década de los noventa del siglo XX contaba con cien años de edad:

Cuando pasamos cerca del mercado, donde ahora está la comandancia, que fue donde fusilaron a la gente, ¡haga usted de cuenta que era un rastro!¡La sangre, toda la sangre en el camino! ... Los difuntos estaban en manos del general, quien nos dijo que si conocíamos a alguno, lo fuéramos a enterrar.

Le dijimos que no. Como ahí había otras señoras, nos dijeron: ‘A ver, ayúdenos, vamos  a escarbar para enterrarlos, nomás los enredamos en rebozos’. Y los enterramos, pues ahí, como fuera, por que si no se los iban a comer los animales. La matanza fue el día 15. Entonces fue el 16 cuando nos fuimos otra vez[14].

La masacre de Chapitel fue un suceso lamentable para Milpa Alta, pues sus hombres fueron obligados a salir de sus casas para luego,  de manera sumaria, ser ametrallados por la tropa del gobierno de Venustiano Carranza, dejando muchos huérfanos y viudas desamparados.

Cabe mencionar que, al final del parte militar, se informa de los seis heridos y un muertos por parte del ejercito federal, anunciando después que: “el teniente José Pichardo que manejaba una ametralladora se suicidó intencionalmente ignorándose la causa”.

Luego vendría el éxodo, la salida de los milpaltenses rumbo a Xochimilco o a la ciudad de México, así como a algunos lugares del Estado de México y Morelos; tardarían unos años en regresar a sus hogares y reiniciar, con arduo esfuerzo, la vida.


Agosto de 2016.



[1] TORRES PUEBLA, Alejandro. et al. Frente al Tlecuil. Relatos tradicionales de Milpa Alta. México, GDF/PAPO, 2004, p. 92
[2] VÁSQUES REYES, René. “Profesor Fidencio Villanueva Rojas” en el número 1 de la revista Teuctzin del año 2002, p. 13
[3] HORCASITAS, Fernando (recop.). De Porfirio Díaz a Zapata. Memoria Náhuatl de Milpa Alta. México, UNAM; 1968, p. 135
[4] TORRES PUEBLA, Alejandro. Op. cit. p. 94
[5] Parte militar expedido por la Comandancia Militar de México dirigido al general Álvaro Obregón, Secretario de Guerra y Marina, fechado el 16 de octubre de 1916. La copia digital del mismo, fue proporcionada al autor por el señor David Elizalde Sánchez.
[6] HORCASITAS, Fernando. Op. cit. p. 133
[7] Para 1914, Joaquín Amaro era general de brigada del ejercito constitucionalista.
[8] La columna que no se presentó eran las que estaba a cargo del general Amarillas.
[9] “En el cerro del Teutli fueron duramente escarmentados los zapatistas” El Nacional [México] 18 de octubre de 1916: p.1A, col. 4 y 5
[10] HORCASITAS, Fernando. Op. cit. pp. 133 y 135
[11] TORRES PUEBLA, Alejandro. Op. cit. p. 92
[12] Ibíd., p. 94
[13] Ibíd., p. 94
[14] GOMEZCÉSAR, Iván. Pueblos arrasados. El zapatismo en Milpa Alta. México, GDF-Secretaría de Cultura, 2009, p. 109

martes, 7 de junio de 2016

DE NUEVA CUENTA...



Milpa Alta, Ciudad de México, junio de 2016.


El Consejo de la Crónica de Milpa Alta, se complace en invitar a usted y a su apreciable familia a la presentación de los libros:


Milpa Alta. Tradición, cultura y lengua náhuatl.
Autores y obras
de Miguel Ángel Farfán Caudillo.


En la Milpa Alta. Historias y crónicas
de Raymundo Flores Melo


Topónimos de poblados, barrios y parajes de Milpa Alta
y pueblos circunvecinos
de Adán Caldiño Paz


Día de Muertos en Milpa Alta. Costumbre viva,
hasta que la muerte nos alcance
de Manuel Garcés Jiménez


Crónica de Milpa Alta y pueblos circunvecinos.
Antología
Varios Autores


Que se llevará a efecto el día sábado 18 de junio del presente año en el Claustro de la parroquia de la Asunción (Av. México y Jalisco, Villa Milpa Alta), a las 16:00 horas.

Textos que contribuirán a un mejor conocimiento y entendimiento de los pueblos originarios de la región.

Al final de la presentación se obsequiará a los asistentes uno de los títulos.

Esperamos contar con su presencia.




Consejo de la Crónica de Milpa Alta
 


domingo, 1 de mayo de 2016

ILUSTRACIONES DEL LIBRO: EN LA MILPA ALTA. HISTORIAS Y CRÓNICAS.


Por: Raymundo Flores Melo

El pasado 23 de abril de 2016, día internacional del libro, fueron presentados cinco textos escritos por los miembros del Consejo de la Crónica de Milpa Alta. Todos resultado del trabajo que ha venido realizando desde su fundación hace catorce años.

Uno de ellos fue En la Milpa Alta. Historias y crónicas de la autoría de quien esto escribe. Su contenido recopila varios artículos relacionados con el volcán Teuhtli, la Virgen de la Asunción, los paisajes de Milpa Alta, sus actividades económicas, costumbres, tradiciones, además del movimiento comunero de los años ochenta, así como de los documentos de la propiedad comunal milpaltense.

A continuación se presentan las imágenes elaboradas para acompañar dicho libro. Todas ellas salidas de la mano de Flori Guga, excelente ilustradora mexiquense.

Los dibujos son los siguientes:

Teuhtli. Cono volcánico símbolo representativo de nuestros pueblos. Esta imagen también sirvió como portada del libro de Miguel Ángel Farfán, Tradición, cultura y lengua náhuatl.


El Yeteco y el Teuhtli. Inspirada en un fragmento del mapa de la propiedad comunal de 1870 en el que se ven, en primer plano, estas dos elevaciones. Es la portada del libro En la Milpa Alta. Historias y crónicas.


La aparición de la Virgen de la Asunción. También tiene su origen en el mapa antes mencionado. En ella una india principal le ofrece una palma y una corona a la virgen.


Retablo de la Virgen de la Asunción. Es una representación del alto-relieve del siglo XVI, llamado la Asunción y Coronación de la Virgen, que se encuentra en el ex-convento de Milpa Alta.
 

Milpa Alta en 1960. Trata de recrear una parte de la película Simitrio, donde se aprecia el Teuhtli y algunas parcelas limitadas con magueyes que todavía eran parte del paisaje local.


Perro-nahual. Dentro de las creencias de la región están los nahuales. La mayoría tomaban forma de burro o mula pero también, a decir de otras fuentes locales, de perro. 


Maíz, maguey y nopal. Representan las actividades económicas de la región. Sin embargo, aquí se ilustra el árbol de nopal que podemos encontrar en varios cerros de nuestra localidad.


Pictografía. Recreación de una de las seis pictografías que forman parte de la documentación comunal. En está aparecen los cuatro señores encargados de la salvaguarda de la tierra milpaltense. Sus cordeles tienen como centro una mano y la iglesia de la Asunción.


Luz Jiménez. Modelo e informante de artistas y antropólogos. Portadora de una gran cantidad de relatos de nuestro pueblo. El dibujo no fue mandado hacer para el libro en cuestión, sino para realizar un separador del blog Teuhtli: un lugar en la Milpa Alta.


Movimiento comunal milpaltense. Recrea la marcha que los comuneros organizados de Milpa Alta realizaron para pedir la renuncia del delegado Umberto Navarro González.


Si bien, las ilustraciones anteriores forman parte del libro, no podemos dejar de incluir la bella obra que acompaña la antología donde participan los miembros del COCROMA: La tierra y la palabra. En ella se juega con la flora y fauna de la región, así como con su actividad agrícola y con el símbolo prehispánico de la vírgula de la palabra, se representa el contenido vario del volumen.

Por último está la invitación y postal del evento de presentación de los libros del COCROMA: El Teuhtli desde Xochimilco, que es otra forma de apreciar al guardián de los milpaltenses.



Mayo de 2016.

martes, 12 de abril de 2016

LIBROS DEL CONSEJO DE LA CRÓNICA DE MILPA ALTA.

Estas son las portadas de los libros del Consejo de la Crónica de Milpa Alta:

AUTOR: MIGUEL ÁNGEL FARFÁN CAUDILLO
PORTADA: FLORI GUGA 

AUTOR: RAYMUNDO FLORES MELO
PORTADA: FLORI GUGA


AUTOR: ADÁN CALDIÑO PAZ


AUTOR: VARIOS
PORTADA: FLORI GUGA


 AUTOR: MANUEL GARCÉS JIMÉNEZ