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domingo, 4 de febrero de 2024

UNOS PAPELES DE LA COMUNIDAD DE MILPA ALTA

Por: Raymundo Flores Melo

 

Padre llegó a casa después de entrevistarse con el licenciado Álvarez, uno de los abogados más reconocidos de la región. Él le había entregado una serie de documentos que le sirvieron para ganar un caso a favor de las representación comunal de Milpa Alta. Fueron varias las  vistas y las pláticas con don Ignacio. El contacto de años y la confianza, habían hecho el trabajo de convencerle de la buena intención en la búsqueda de estos papeles.

 

Todos miramos con curiosidad el bonche de hojas que depositó en la mesa. Eran cosas importantes del monte, de la propiedad por la que cientos de vecinos habían luchado y que otros intentaban usufructuar en su beneficio, sin informar y tomar en cuenta  al restos de los habitantes.

 

Intentamos leer el contenido, algo de él borroso, por el tiempo, y por ser fotocopias que los años habían desteñido. La mayoría de las palabras eran legibles, otras no tanto porque habían entrado en desuso o debido a que eran abreviaturas que no coincidían con las que se usan en la actualidad.

 

Era apremiante conocer el contenido, pues cada vez había menos tiempo para poder aportarlos a la Secretaría de la Reforma Agraria y poder ayudar con su contenido a la confirmación y titulación del bosque.

 

Una serie de nombres, tanto en lengua náhuatl como español, salían del texto y retumbaban en las paredes del comedor: parajes, personas, fechas, sucesos iban y venían. Algunos lugares eran reconocidos de inmediato, otros se asomaban entre brumas, algunos más quedaban en una honda incógnita.

 

¿Dónde llevarlos y con quién? Era la pregunta que giraba en torno a estos papeles. Para aportarlos era necesario saber su contenido. ¿Quién los transcribiría? Para eso se necesitaba buscar una persona que supiera hacerlo. La clave de la solución fue una ex alumna de padre: La señorita Martínez Ibáñez que trabajaba en el Archivo General de la Nación.

 

Luego de una breve visita, los pasos de padre se encaminaron, en un largo recorrido, al AGN, donde la señorita Clotilde le presentó a una paleógrafa que realizaría la transcripción del documento. Aunque debería decir documentos, ya que se trataba de varios que iban desde títulos primordiales, hasta pleitos legales que la comunidad de Milpa Alta había tenido con sus colindantes a lo largo de varios siglos.

 

El costo de la paleografía fue financiado con la cooperación de algunos vecinos y de la familia. Los faltantes en los textos fueron completados con la lectura y revisión de los expedientes que posee el AGN, y una vez terminada la paleografía, por fin, pudieron ser aportados a la SRA.

 

Justo por este suceso nace el interés de querer saber, a cabalidad, el contenido de los mismos  y aprender paleografía. La única licenciatura que la brindaba en su plan de estudios era la de Etnohistoria en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y para allá fuimos.

 

Pero esto no fue lo único que despertó la curiosidad, pues la búsqueda de los papeles de Milpa Alta siguió y, nuevamente, el licenciado Ignacio Álvarez jugó un papel importante. Ahora se trataba de las pesquisas de la documentación que había poseído la representación comunal general y que, dividida, había pasado a manos de otras personas para su resguardo. Los recibos mencionaban el nombre de dos personas, una de San Pablo Oztotepec y otra de Villa Milpa Alta.

 

Cada una se había quedado con parte de los papeles,  que al paso de muchos años, los diferentes representantes comunales habían reunido: mapas, pictografías, títulos primordiales y varias transcripciones que fueron gestionadas por los naturales de La Milpa desde la época virreinal hasta el siglo XX.

 

Después de pláticas y reuniones con don Gorgonio, padre logró convencerle de que prestara los documentos que tenía en su poder. Lo primero que se hizo fue mandar a fotografiar el mapa y las seis pictografías y se fotocopió el testimonio de 1870, expedido por el Archivo General y Público de la Nación. Documentos todos que guardan datos importantes sobre la historia de Milpa Alta.

 

Del mapa, lo que más llamó la atención fue su colorido y las mojoneras de la propiedad comunal y sitios importantes de Milpa Alta como son el Exconvento de la Asunción y su huerta, la fuente donde llegaba el agua del Tulmiac, los calvarios (uno en Tecomitl y otro donde está la capilla de la Lupita), la capilla de Porciúncula (hoy iglesia del barrio de la Luz), así como de las ermitas de la mayoría de los pueblos que forman la actual Milpa Alta.

 

En cuanto a las pictografías, son interesante los elementos que contienen: santos, cruces, indios principales, representaciones de elevaciones importantes de la región, personajes históricos y la iglesia de la Asunción como centro de la propiedad comunal, todo ello con anotaciones en español y náhuatl.

 

El Testimonio de 1870, es un tipo de resumen de los litigios que  desde el siglo XVII la comunidad agraria de Milpa Alta tuvo y tiene con algunos de sus colindantes.

 

La documentación que tenía el señor Glafíro Meza, pudimos verla de forma física muchos años después, pues gracias a la acuciosa búsqueda de padre, la conocimos con bastante antelación a que la familia de dicha persona se decidiera a venderla, pues estaban dentro de las decenas de fotocopias que el licenciado Ignacio Álvarez había proporcionado.

 

Que tengas frente a tus ojos este tipo de papeles, hace volar tu imaginación y despierta el interés por saber más, por indagar en la historia del lugar donde naciste, de leer y contrastar con tu realidad, pero sobre todo el placer de contarlo, de escribirlo, y así , volver a vivirlo.

 

Milpa Alta, noviembre-diciembre, 2023.