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sábado, 3 de febrero de 2024

MILPA ALTA, UN PAISAJE CULTURAL

Por: Raymundo Flores Melo

 

Hablar de Milpa Alta, es referirse a una geografía que explica su historia. Su cercanía con la ciudad de México le ha dado tanto ventajas como riesgos. Los elementos económicos, políticos, sociales y naturales que posee, la describen y determinan como un espacio cuyos habitantes han construido una identidad que les ha servido de muralla ante la embestida del crecimiento urbano.

 

Bosques y tierras fértiles, materiales como roca, grava, arena y madera han marcado el vivir de los milpaltenses a lo largo de su historia. Una historia que puede ser relatada desde la época prehispánica hasta los primeros años del siglo XXI.

 

Primero bajo el señorío Xochimilca y después bajo el control de México-Tenochtitlán; de manera posterior como parte de la encomienda de Pedro de Alvarado y, más adelante, durante el virreinato, bajo la protección de la corona española.

 

Los naturales de La Milpa defendieron sus tierras ante los intereses de españoles y otro pueblos de indios , y lo continuaron haciendo usando las armas legales que los diversos gobiernos fueron implementado[1], tanto en lo que fue el reino de la Nueva España como en el México independiente.

 

En el siglo XX participaron en la movilización armada llamada Revolución Mexicana, y en luchas sociales que dieron al problema campesino una organización independiente y visibilidad a escala nacional, como lo fue la creación de la CNPA.

 

La defensa de la tierra ha jugado un importante papel, ha sido un elemento constitutivo de identidad: los milpaltenses no pueden comprenderse sin sus tierras de labor y bosques.

 

LABOR DEL CAMPO

 

El maicito se cultiva

con la primera labor,

y después con la segunda

y además con el montón[2].

 

Adentrado en su día a día, el campesino se dirige, desde muy temprano  a trabajar. Empieza a preparar la tierra, la limpia, la barbecha; permite que la humedad penetre en ella para después proceder a hacer los surcos y depositar la semilla.

 

Al paso de las semanas y meses, hace los diferentes trabajos o labores[3] que permitirán el desarrollo de la planta: de aquel cereal, que  gracias al trabajo de los antiguos mexicanos sigue regalando sustento a las nuevas generaciones.

 

Si bien en Milpa Alta y sus pueblos hay pequeños valles aptos para el cultivo, al ver sus cerros, nos podemos dar cuenta que en el pasado había una mayor explotación de la tierra. De esto dan fe el sinnúmero de terrazas que se observan en cerros, laderas y cañadas, que se encuentran asociadas a otros elementos como tecórbitos, teocholes y tecorrales que  nos hablan del intenso trabajo y explotación agrícola en la zona.

 

No en balde, fue llamada milpa alta. Todo parece indicar que sus cementeras de maíz fueron numerosas y complemento de ese otro sistema agrícola llamado chinampa que se desarrollo en la Cuenca central de México para dar de comer a la ciudad de México-Tenochtitlán.

 

Pero no solamente en la milpa se ha producido maíz, también se siembra frijol, calabaza, haba, papa y otros productos no nativos.

 

¿Quién iba a pensar que los habitantes de Milpa Alta convivieran con vestigios arqueológicos? Los trabajos arqueológicos así lo confirman.

 

 

SOBREVIVIR DEL BOSQUE

 

El bosque tiene un importante lugar en la vida de los milpalteses, les proporciona los materiales con los que se han dado sustento y vivienda a lo largo de su historia. Horcones, vigas, morillos, soleras, tablones, tejamaniles y otros productos vegetales formaban parte de la cotidianidad de la mayoría de los pueblos de nuestra delegación.

 

De tal manera, la construcción de casas, tapancos, corrales, cincolotes y cercados eran posibles gracias a la explotación de los recursos forestales, así como de otras plantas, como el maguey, del que puede utilizarse el quiote, las pencas y el ixtle.

 

El zacate o zacatón fue utilizado para cubrir los techos de las casas. En tanto que los tallos de la planta llamada tepecha o tepechia servían para formar los corrales y paredes de las casas humildes.

 

Todo ello, conjuntado con una gran cantidad de roca que, por ser zona volcánica, abunda en la demarcación, ha forjado la fisonomía – aún hoy día – de la alcaldía Milpa Alta.

 

Hasta la primera mitad del siglo XX era posible observar casas techadas con tejamaniles, que son un tipo de tabla labrada de manera tosca, sobre los cuales eran colocadas piedras con la finalidad de mantenerlos en su lugar y que el viento no se los llevara. En la década de los cincuenta, empiezan a ser sustituidos por las tejas[4].

 

Todavía podemos ver sus antiguos caminos, calles y casas de piedra con tejados de dos aguas, sus bardas perimetrales cercanos a las tierras de labor.

 

En cuanto a los tipos de árboles utilizados para la cocción de comidas, carnes y panes[5], podemos enumerar el aile, el madroño, el ocote y el abeto, maderas muy socorridas hasta los años setentas del siglo XX, cuando empezó a generalizarse el uso del gas.

 

LA COMIDA

 

La hora de comer, frente al fogón o tlecuil, donde  sobre el comal se calienta la comida y se echan las tortillas gruesas, azules; se hace presente el chiquihuite con su servilleta para que no se enfríen; más allá el molcajete y tejolote para moler jitomate, chile, cebolla, ajo y sal para hacer la salsa que acompañe los alimentos. La olla de café negro o un té proveniente del monte para acompañar la comida.

 

Como olvidar el proceso de nixtamalización que inicia con poner a cocer los granos de maíz con cal. Luego lavarlos y, ya libres de la cáscara, llevarlos al molino, o bien, como lo hacían las abuelas, molerlo en el metate, hasta que con ayuda del agua y del metlapill, adquiriera la consistencia propia de masa para hacer tortillas en el comal de barro o metal.

 

Recordando también cuando las mujeres milpaltenses, tostaban en un comal maíz rojo para después molerlo y convertirlo en pinole para preparar un rico atole, tan socorrido para las mañanitas de los santos patronos y otras celebraciones.

 

Del trabajo para batir la masa junto con la manteca de cerdo y lograr el punto exacto que permita dar consistencia al tamal.

 

Se hacen diferentes tipos de tamales para desayunos y cenas, como son los verdes de carne; o aquellos que en las fiestas del pueblo son los mejores acompañantes del mole negro: los de alverjón y frijol.

 

Del monte milpaltense también salía el zacate que se ponía al fondo de los peroles para cocer – al vapor – esos ricos tamales.

 

Y no debemos olvidar los hongos, que los hay en gran variedad, y que hasta hoy día hacen la delicia de los paladares  milpaltenses en temporada de lluvia.

 

MIGRAR A LA CIUDAD

 

Los campesinos de Milpa Alta producen lo mismo que antaño, sin embargo, los avances tecnológicos y los cambios económicos en el país, harán que sus pasos, de manera paulatina, dejen de dirigirse al campo. Sus ojos están puestos en las oportunidades comerciales y de trabajo que la ciudad de México les brinda.

 

La migración a la gran urbe inicia. Algunos milpaltenses dejan de trabajar la tierra y se vuelven comerciantes. El viaje es largo y para muchos es mejor encontrar una casa en la ciudad para ya no transitar tanto.

 

Las colonias relativamente cercanas a los mercados empezaron a llenarse de personas con fuerte ascendencia campesina, con gente acostumbrada al trabajo físico, con personas dedicadas a abrir la tierra con el arado y sembrar el maíz, a hacer  su propia comida, ropa y a trabajar el cerdo, desde su cruza, hasta la venta de una gran variedad de derivados del mismo. Estas habilidades, además de su trabajo en fábricas, oficinas y otras dependencias, les ayudarán a sobrevivir, a mantenerse y crear un pequeño capital.

 

Pese a la lejanía, estos migrantes internos, encontraron la manera de continuar ligados a sus comunidades: ya sea cooperando para sus festividades patronales o ayudando en mejoras materiales. Y claro, visitando su terruño de vez en cuando.

 

Si duda, transitar por los doce pueblos de Milpa Alta, es reencontrarse con una historia que todavía es muy nuestra.

 

 

 

 

Octubre 2023.

 

 

 



[1] LÓPEZ CABALLERO, Paula. Indígenas de la nación…

[2] VILLANUEVA ROJAS, Fidencio. Aztecacuicame. Cantos Aztecas. México, GDF/PAPO, 2006, p. 39

[3] El de a uno se realiza cuando la planta alcanza de 35 a 40 cm; el de a dos a los 65 o 70 cm; y el montón cuando tiene aproximadamente metro y medio.  Véase “Cultivos tradicionales y nuevos en Ohtenco” de Roberto Galino Islas  en GÓMEZ CÉSAR, Iván. Historias de mi pueblo. Concurso testimonial sobre la historia y cultura de Milpa Alta. México, CEHAM, 1992, p. 140. Vol. IV

[4] MADSEN, Wiliam. Los niños de la virgen

[5] Véase “Vida cotidiana en Santa Ana Tlacotenco” de Librado Silva Galeana en Tlalocan, Vol. XI, México, 1989, UNAM,  pp. 179-189