Por: Raymundo Flores Melo*.
Recordar es vivir. Frase que bien puede aplicarse al libro El
zapatismo en Milpa Alta. Del Chichinautzin al Zócalo. La presencia de
los hombres y mujeres del campo, así como de los partícipes de la gesta armada,
llamada revolución mexicana, se deja sentir a lo largo del libro. Tanto en
unos, como en otros, se hace patente la búsqueda de un ideal: la restitución de
las tierras despojadas, es decir, la lucha por el bien de una colectividad; ya
sea tratándose de personajes con liderazgo regional, como el precursor de la
lucha por la tierra, Julio López Chávez – originario de Chalco -, o bien un
coronel zapatista o una persona común y corriente.
Han pasado más de cien años del inicio
de la revolución, ya han muerto sus participantes, sin embargo, en muchos de
los pueblos del centro-sur de nuestro país todavía quedan algunas personas en
cuyas memorias se recrean estos hechos y los heredan con orgullo a sus hijos,
algunos valiéndose de la oralidad, otros de un medio más moderno como es la
grabadora.
Cuando una gente interesada en la
historia de su pueblo, en su “historia matria", se topa con estos
hallazgos, es difícil que no los comparta. Este es el caso que ahora nos ocupa.
En su trabajo como cronista el
profesor Manuel Garcés Jiménez[1] se ha encontrado con un sin fin de datos, con
muchas historias de vida, pequeñas narraciones y documentos que ahora forman
parte de un libro, libro que se suma felizmente a otros más que hablan sobre el
zapatismo en el sur del Distrito Federal.
En El zapatismo en Milpa Alta. Del
Chichinautzin al Zócalo, el profesor Manuel Garcés, a partir de unos
textos y entrevistas con la gente anciana, reconstruye – valiéndose de estos
testimonios - lo que pudieron ser los caminos que los campesinos de la región seguían
rumbo a la Ciudad de México para vender su mercancías.
“…la señora Teresa Chavarría Flores, nativa de San Antonio Tecómitl,
quien nació en el año de 1918, recuerda que cuando tenía 5 años llegaba con su
familia al embarcadero de Ixtayopan para navegar en la enorme canoa que se
deslizaba suavemente por las tranquilas aguas provenientes de Amecameca,
continuando por las orillas de la ciudad de aquellos años también conocido como
‘Canal de la Viga’ y desembocando las aguas hasta Santa Anita, por donde ahora
se encuentra el Metro ‘Santa Anita’. Medio de transporte por donde mucha gente
de Milpa Alta salía huyendo por los estragos que causaba la Revolución”[2].
Pero no sólo eso, enriquece su
trabajo al localizar una grabación con una entrevista realizada al profesor
Quintil Villanueva Ramos sobre su hermano, el coronel zapatista Timoteo
Villanueva, donde se da relación de la forma de actuar de estos revolucionarios
después de la muerte del caudillo suriano y de cómo los generales zapatistas pasan
a las filas del obregonismo, en tanto, que los de menor jerarquía realizan una
serie de trabajos humildes y mal pagados
para poder sobrevivir.
“… al verse esa gente a
reconcentrarse a la capital y ver la pobreza en que vivían, muchos jefes
zapatistas, generales, coroneles y capitanes también comenzaron a desertar,
muchos de ellos se vinieron a la capital, aquí
pues trabajaron unos de albañiles, otras de cargadores, otros vendían
leña en los mercados, otros vendiendo fruta en las calles, de tal manera que
Don Everardo González cuando buscaba (decía) donde está fulano, ‘¿dónde está el
general fulano?, no está el coronel’, ya unos desertaron, ya se fueron, ‘¿a
dónde se fueron?’ a México, ´bueno, y en México qué hacen?’, y les decían el
oficio que desempeñaban, ‘hay que gente, si yo los llegara a encontrar, los
mandaba a descansar para siempre…’ pues esa desbandada… entonces, esa
desbandada también se generalizó…”[3]
No puede dejar de mencionarse el
hallazgo de un documento, en el registro civil de Milpa Alta, donde se da fe de
la incursión que hizo el general Genovevo
de la O a esa comunidad el 29 de marzo de 1920, con cuatrocientos hombres
armados; zacapela que duró de las cuatro de la tarde a las ocho de la noche y cuyo
saldo fue la quema de la Comandancia de policía y de las cajas de petróleo que
se utilizaba para el alumbrado público[4].
Igualmente encontramos la manera
en que se plantea la promulgación del Plan
de Ayala por el incumplimiento de Francisco I. Madero, así como la
ratificación del mismo en San Pablo Oztotepec, el 19 de junio de 1914,
ratificación necesaria ante la caída del maderismo
y la instauración de Vitoriano Huerta en la presidencia de la república.
Aunado a lo anterior, están las
historias relativas a los dos Everardo González, a Pánfilo Cabello (“el general Ayate”), la generala Soraya y
una larga lista de los revolucionarios de Milpa Alta y pueblos aledaños.
El zapatismo en Milpa Alta. Del
Chichinahutzin al Zócalo, editado bajo el sello de Quinto Sol, es un libro
recomendable para todo aquel interesado en el movimiento zapatista y la historia
de Milpa Alta en lo particular, pues proporciona datos poco difundidos que incrementarán
el saber de este periodo histórico.
*Miembro del Consejo de la
Crónica de Milpa Alta.
[1]
Manuel Garcés Jiménez nace el
24 de diciembre de 1948 y desde muy joven se interesa por el rescate de la
historia de su comunidad. En 1970 es publicado, en el periódico El
Día, su primer artículo, dedicado a la aparición de San Antonio de
Padua en el paraje Tecontitla de su pueblo natal. En 1979 inicia su carrera
docente, tanto de secundaria como de bachillerato. En 1992 es uno de los
ganadores en el concurso “Historias de mi pueblo” como resultado a su labor de
rescate de la historia local. A lo largo de buena parte de su vida se ha
dedicado a hacer crónica sobre los pueblos de Milpa Alta y sus alrededores.
[2]
GARCÉS JIMÉNEZ, Manuel. El zapatismo en
Milpa Alta. Del Chichinautzin al Zócalo. México, 2013, Quinto Sol, pp. 15 y
16
[3]
Ibíd. p. 66
[4]
Ibíd. pp. 55 y 56